Es intrínseco al género humano un afán por erigirse creador de su propio entorno. Pensemos en los niños que juegan a construir su propia cabaña en el bosque, convirtiéndola en su pequeña morada y haciendo posesión de su territorio.
Se trata de dejar la huella personal en su universo doméstico de acuerdo con sus particulares convicciones, convirtiendo esta tarea en una obra tan larga como la propia vida.