Para comenzar esta preciosa transformación es indispensable hacer un certero análisis sobre cuáles son las necesidades, los gustos, el estilo de vida y la edad de cada una de las personas que habitan ese espacio familiar. Este estudio es el primer paso para mejorar nuestro bienestar y disfrute de la vivienda. El siguiente movimiento es detallar el número de espacios que la familia requiere en su actividad diaria.
Posteriormente, estudiamos el espacio real: la planta actual de la vivienda, la orientación, la iluminación natural y la estructura del edificio a fin de conocer todas las posibilidades que el espacio nos ofrece. Con esta información, el arquitecto y/o interiorista comienza a proyectar posibles soluciones y distribuciones que contengan todos los requisitos indicados anteriormente. De entre todos los posibles planteamientos, la familia elige el plano de distribución que mejor funcione con sus necesidades, sus gustos y su inversión económica.
A partir del plano definitivo se desarrolla un presupuesto de obra detallado y objetivo junto con un planning que secuencia todos los trabajos a realizar hasta completar el proyecto.
Esther García Labeaga