A una cierta edad, la mayoría de los niños juega a construir su casa. Puede ser un rincón en la naturaleza construido con palos y ramas o una especie de tienda de campaña compuesta por sillas que delimitan los muros más una sábana como cierre superior. Unos cojines también servirán para levantar murallas con el valor de refugio.
Si a todo esto le sumamos una mente creativa que no pone límites al uso de los elementos que va encontrando en la vivienda, el niño puede hacer de un armario su cobijo y del espacio bajo la cama un lugar secreto donde recogerse a vivir una aventura.
En todo este juego constructivo descubrimos una necesidad profunda y anciana de recogerse en un universo seguro: nuestra casita.
Esther García Labeaga, Neo y Mo Estudio.