En ocasiones, las cortinas son un freno a la vida que entra por la ventana.
En la fotografía que contemplamos, los árboles protegen la intimidad de la vivienda evitando miradas entrometidas. De este modo, el corazón de la casa se extiende sin miedo y no se esconde. Qué generoso se torna, entonces, el espacio permitiendo a la luz llegar hasta todos sus rincones.
El resultado es una fusión expansiva de amor, luz, armonía y libertad para ser… espacio.
Esther García Labeaga