Nuestra vivienda en un reflejo fiel de nosotros y de nuestros sueños.
Este sueño, el de viaje, comienza y termina en el mismo punto. Desde ahí, una vez experimentado, lo miraremos con otros ojos porque el viaje habrá cambiado nuestras ideas y ya no seremos más el que durmió sino el que despierta.
Mientras, el mundo nos sigue esperando en el cabecero de la cama con los mares abiertos y las almohadas en calma.
Esther García Labeaga